De entre todas las aventuras que atesora nuestra historia
de la aviación, la Semana Santa guarda con especial recelo una: el vuelo
del «Jesús del Gran Poder». Este biplano, pilotado por dos españoles, consiguió hace 84 años batir el récord de permanencia en vuelo de un avión terrestre sobre el mar tras vivir una larga lista de aventuras.
El vuelo partió concretamente desde Sevilla para aterrizar en Bahía (Brasil) en un tiempo de 43 horas y 50 minutos,
algo insólito para la aeronáutica española. Este hito ha provocado que,
casi un siglo después, el «Jesús del Gran Poder» tenga hoy un sitio
privilegiado en el «Museo del Aire» de Madrid, ubicado en Cuatro
Vientos, donde sus visitantes pueden disfrutar del casi centenario
aeroplano.
La ilusión de un récord
Las aventuras de este avión español comenzaron con una mera carta enviada en 1927 por el piloto Ignacio Jiménez al ingeniero Francisco Iglesias.
En ella, le proponía acometer el reto de superar el récord de distancia
recorrida en vuelo (en esos momentos situada en 6.290 kilómetros).
Casi inmediatamente, y a pesar de que en aquellos años
hacer un viaje de esas características suponía un serio riesgo, Iglesias
aceptó. Así, haciendo acopio del espíritu aventurero que miles de
españoles habían mostrado varios siglos antes al embarcarse hacia el
nuevo mundo, ambos comenzaron a preparar esta gesta.
Breguet XIX, el avión seleccionado
Para llevar a cabo la proeza, los españoles necesitaban sin
embargo un avión que pudiera cargar con una cantidad de combustible
fuera de lo normal. Por ello, seleccionaron el Breguet XIX, uno de los aeroplanos más modernos de la época.
Fabricado por una de las empresas aéreas más conocidas en
España –Construcciones Aeronáuticas S.A (C.A.S.A)-, este biplano tenía
sin embargo un problema: un tanque de combustible demasiado pequeño. Por
ello, los españoles solicitaron la versión «Bidón» o «Gran Raid» de este tipo de aeroplano, la cual disponía, entre otras cosas, de un depósito mayor de carburante.
Con los aviadores preparados para la aventura y el avión
seleccionado, ya sólo faltaba que estos dos militares pidieran el
correspondiente permiso a las autoridades para hacer su particular raid
hacia América. Así, dos años después del viaje de Ramón Franco a Argentina, Jiménez e Iglesias planeaban añadir una nueva muesca a la empuñadura de la aviación española.
El «Jesús del Gran Poder», en el «Museo del Aire» de Madrid./M.P.VILLATORO
Sin embargo, los aviadores se encontraron con que las
autoridades militares prohibieron este viaje. «Jiménez e Iglesias tenían
ahora puesta la mirada en Cuba (…) donde tantos españoles vivían (…)
Pero esta ruta presentaba una peculiaridad (…): la mayor parte de su
recorrido tenía que hacerse sobre el océano, y el mando no terminaba de
convencerse de la seguridad de un avión terrestre (…) sobre una
extensión de agua tan prolongada», determina el Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica (IHCA) en su libro «Grandes vuelos de la aviación española».
Como alternativa, las autoridades propusieron a los pilotos
dirigirse hacia Pakistán, cuya distancia permitía también batir el
récord internacional. Oficialmente, los aviadores aceptaron sin
rechistar, pero, de forma secreta, organizaron paralelamente el viaje
hacia las Américas. Su idea parecía sencilla: hacer creer al ejército
que partirían hacia Asia y, tras haber despegado, cambiar el rumbo y dirigirse hacia La Habana.
Tras llevar a cabo varias pruebas, se determinó que el
aparato y la tripulación estaban listos para partir, cosa que se
realizaría tras «bautizar» como era debido el aparato. «El 30 de marzo,
el Breguet XIX Gran Raid nº 72 se bautizaba solemnemente en Sevilla con
el nombre de (…) “Jesús del Gran Poder”. El oficiante en la ceremonia de bendición fue el cardenal arzobispo de Sevilla (…) y la madrina, nada menos que S.M. la Reina doña Victoria Eugenia, que (…) rompió sobre el buje de la hélice una botella de vino (como era tradicional)», afirma el IHCA.
No obstante, y tras un desafortunado accidente, el entonces
coronel Kindelán, al mando de esta operación, descubrió las intenciones
de Jiménez e Iglesias justo antes de que estos despegaran. Con gran
irritación, el militar detuvo el viaje y dio a elegir a los pilotos:
partir hacia Asia o abandonar el proyecto. No quedaba otro remedio, así
que los españoles se resignaron y empezaron los preparativos para viajar hasta Oriente.
Un primer viaje desastroso
Sin más opción para cumplir su sueño, los pilotos iniciaron el viaje hacia Oriente el 29 de mayo de 1928.
«Desde Sevilla, Jiménez e Iglesias salieron al mediterráneo por
Gibraltar (…), luego continuaron volando hacia el cabo de Gata (…). Al
final entraron en Asia Menor por la zona de Alepo», determina la
institución en su libro.
El «Jesús del Gran Poder» fue construido en Getafe por CASA.
/M. P. VILLATORO
Todo iba bien hasta que alcanzaron los 5.100 kilómetros de
recorrido. En ese momento, los españoles tuvieron que enfrentarse a uno
de los mayores retos de su vida de pilotos: una terrible tormenta de
arena que no pudieron esquivar.
Su pericia y habilidad les permitió volar durante horas en
la tormenta. Sin embargo parece que el motor del Breguet no estaba
dispuesto a pasar por tantas penurias como ellos para lograr conseguir
el récord, pues, al final, no aguantó la entrada masiva de arena en su
mecanismo y comenzó a fallar. Tras 28 horas, Jiménez e Iglesias no
tuvieron más remedio que aterrizar; la marca no había sido batida.
Prisioneros de los beduinos
En cambio, podía haber algo peor que estar perdidos en
medio de Asia. «Después de aterrizar en aquellas lejanas tierras con el
Jesús del Gran Poder, Jiménez e Iglesias tuvieron que permanecer durante
unos días prisioneros de los beduinos, hasta que, oportunamente, fuerzas británicas ayudadas por el personal de la RAF acudieron a rescatarlos», explica el IHCA.
Pero esto no fue todo. Una vez liberados, los pilotos
solicitaron a la Península una serie de piezas dañadas para poder
reparar el biplano y regresar. Sin embargo, y por alguna extraña razón,
las autoridades se equivocaron y las mandaron nada menos que a Japón.
«Se pasaron todo el verano soportando una temperatura media de más de 50
grados a la sombra que acabó por estropear la goma de revestimiento de
los tanques de gasolina del aparato», finalizan los miembros de la
entidad militar.
Finalmente, y como las desgracias nunca vienen solas, en
Bagdad se informó a Jiménez e Iglesias de que el récord mundial de
distancia en vuelo había sido batido de nuevo por los italianos Ferrarin y Del Prete. Estos, a bordo de su Savoia Marchetti S-64, habían recorrido una distancia de 7.188 Km.
Un nuevo viaje
A pesar de todas las penurias, los aviadores no pensaban
rendirse y, en cuanto llegaron de nuevo a España, solicitaron otra vez
el permiso para llevar a cabo un raid hasta América.
En este caso, la suerte les sonrió, pues las autoridades militares les
dieron el visto bueno tras observar, mediante el viaje del Savoia, que
era un vuelo factible.
El nuevo recorrido tenía como primera escala Río de Janeiro
y sus preparativos se iniciaron casi inmediatamente. Se pidieron
decenas de partes meteorológicos, se revisó cuidadosamente el Jesús del
Gran Poder y se barajaron todas las rutas posibles para que el viaje
fuera lo menos peligroso posible.
Los itinerarios realizados por el «Jesús del Gran Poder»
/M. P. VILLATORO
La premisa era no llevar ni un gramo más de peso extra. Por ello, Jiménez e Iglesias decidieron que harían uso del sistema de navegación astronómica (mediante logaritmos),
y que no cargarían en el Breguet ninguna radio. Además, llenaron los
compartimentos de víveres con alimentos ligeros tales como higos secos,
dátiles, chocolate, agua mineral, coñac y varios termos con café.
Una vez que estuvo todo preparado y que los pilotos habían
tomado la suficiente cantidad de astringente para evitar hacer sus
necesidades en el avión durante dos días, comenzó el viaje. En este
caso, no se avisó a la prensa y el despegue se realizó con la mayor
discreción posible a las 17:35 horas del 24 de marzo de 1929 desde Tablada (Sevilla).
La inmensidad y el peligro del Atlántico
Con el destino marcado en Río de Janeiro, los pilotos
comenzaron su viaje, con el que se pretendía, además de batir el récord
de distancia en vuelo, establecer lazos de unión entre los países de
habla hispana.
Durante las primeras horas de vuelo todo se desarrolló de
forma normal. De hecho, el Jesús del Gran Poder cubrió los kilómetros
iniciales de una forma impecable bordeando la costa africana. Sin
embargo, la gran prueba no llegó hasta que Jiménez e Iglesias tuvieron
que enfrentarse al Atlántico Sur: una inmensa masa de agua.
Los aviadores pronto descubrieron lo duro que era
deslizarse a través de las nubes con la única vista de kilómetros y
kilómetros de agua en el horizonte. «Es lógico que se echara de menos a
la gente, a hablar con alguien, en un momento en el que sólo se oía el
ruido del motor en un panorama mudo y desierto; cuánto habrían dado
ahora por una radio por la que poder comunicarse entre ellos (…) Y menos
mal que aún disponían de un bidón para correspondencia interior»,
explica el IHCA en el texto.
A su vez, la posibilidad de que el avión sufriera una
avería se volvía mucho más peligrosa sobre el océano. Y es que, al ser
el Jesús del Gran Poder un biplano de tierra y no un hidroavión, caer
sobre el agua significaba el fin del viaje. Por ello, los sentidos de
los militares se agudizaron durante este trayecto, no podían permitir
que nada saliese mal.
Problemas finales
Tras las primeras 36 horas de vuelo, y habiéndose turnado
para dar alguna breve cabezada durante la noche, los aviadores avistaron
el faro de Natal (al noroeste de Brasil).
La primera prueba, superar el desierto de agua que era el Atlántico
sur, había sido superada. Su felicidad no podía ser mayor. Con 5.680 km
recorridos, los pilotos eran bastante optimistas con su destino.
Sin embargo, el destino volvió a ser esquivo con ellos. En
este caso, se encontraron con fuertes rachas de viento que no pudieron
sortear y, finalmente, tuvieron que capitular y aterrizar en Cassamary, cerca de Brasil, el 26 de marzo.
Eso dejaba en una cruda situación el récord, pues habían recorrido un
total de 6.550 kilómetros en 43 horas y 50 minutos, algo insuficiente
para entrar en la Historia.
Como héroes
Pero, aunque la marca de distancia no había sido batida, lo que sí consiguieron Jiménez e Iglesias fue otro récord: el de mayor permanencia en vuelo sobre el mar con un avión terrestre. A su vez, subieron al «podio» internacional al obtener la segunda mejor marca de duración absoluta de un vuelo.
De Cassamary viajaron
a Río de Janeiro, donde fueron recibidos como héroes. De hecho, al
llegar recibieron varios telegramas tanto de Kindelán como de sus
majestades los Reyes felicitándole por la proeza. En los días
posteriores, los aviadores llevaron a cabo una gira junto al Jesús del
Gran Poder por gran parte de Latinoamérica para, finalmente, volver a
España, donde fueron acogidos como los aventureros y vencedores que
eran.