sábado, 4 de febrero de 2017

“Exequias fúnebres celebradas por la Hermandad de la Corona de Espinas en honor del VIII Duque de Osuna (La Puebla de Cazalla, 1787)”.

“Exequias fúnebres celebradas por la Hermandad de la Corona de Espinas
en honor del VIII Duque de Osuna (La Puebla de Cazalla, 1787)”.

Francisco Javier Gutiérrez Núñez - 
(IES López de Arenas, Marchena)

en 
Boletín de la Hermandad del Santo Entierro y
Ntra. Sra. de los Dolores de La Puebla de Cazalla 
(Marzo 2017), pp. 42-47.




1.- La memoria compartida.
En los meses de marzo y abril de 1787 se generalizaron las rogativas por el restablecimiento de la salud de Pedro Zoilo Téllez Girón y Pérez de Guzmán (1728-1787), VIII Duque de Osuna, en las villas de su estado andaluz. Aún se realizaban cuando falleció el 1 de abril, siendo depositado su cadáver al día siguiente en la bóveda de la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, del convento de la Victoria, de los Padres Mínimos (Madrid). Un depósito momentáneo, porque la morada definitiva del finado tenía que ser el Panteón ducal de la Colegiata de Osuna, como así fue en el año 1849.

La noticia de su fallecimiento llegaría a las villas de su Estado de Andalucía, en distintos momentos de los meses de abril y mayo de 1787. Para dar a conocer la desdichada misiva entre sus vecinos, tocaron a duelo las campanas de las iglesias parroquiales, conventos y ermitas. A los pocos días se realizaron distintas exequias y honras fúnebres en sufragio de su alma, quedando constancia al menos de las realizadas en Archidona y sus aldeas (Málaga), en Arahal y La Puebla de Cazalla.
Celebraciones que tuvieron por objetivo “glorificar” al linaje Téllez Girón, y hacer partícipe al tejido social de la población del reconocimiento y confirmación de la autoridad señorial: el Señorausente”, de esta forma se hacía “presente”. En este contexto debemos situar las exequias, que se celebraron el 29 de julio de 1787 en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de las Virtudes (La Puebla de Cazalla). 
Fueron organizadas por la Hermandad de la Corona de Espinas y Siervos de María Santísima de los Dolores, Congregación del Pecado Mortal. No tenemos más datos si celebraron otras similares en el Convento de la Victoria o en la ermita de San José.

2.- La Hermandad de la Corona de Espinas y el VIII Duque de Osuna.
En la documentación se conservan 4 cartas remitidas por la Hermandad a D. Pedro de Alcántara Téllez Girón, IX Duque de Osuna. La primera de ellas se fecha en La Puebla el 17 de mayo de 1787, dándole el pésame por la muerte de su padre y anunciándole que realizarían exequias fúnebres por su alma. La misma recibió contestación ducal por otra datada en Aranjuez el 31 de mayo.
La segunda y tercera se fechan en La Puebla el 30 de julio de 1787, confirmando que el 27 de dicho mes, se habían ya celebrado con asistencia de la Comunidad de los Padres Mínimos y distintos particulares, entre ellos el Corregidor; pero sin la presencia de la Corporación Municipal al no haber sido invitada por éste. La Hermandad molesta por éste hecho informó de ello al nuevo Duque. 
Antes de llegar a Madrid, la carta tuvo que pasar por las manos de D. Antonio Domingo Gómez Ayllon, Gobernador del Estado de Osuna, el cual en el margen de una de ellas hizo una anotación (26 de septiembre); argumentando que la queja de la Hermandad no tenía fundamento, pues el Corregidor se disculpó al estar ausentes la mayoría de capitulares de la localidad, por ser época de labores agrícolas y estar muchos de ellos fuera de ella.
Posiblemente fue un hecho casual, o bien pudiera ser un acto de aislamiento premeditado por los capitulares hacia la joven hermandad, al pertenecer muchos de ellos a las antiguas cofradías de la Vera Cruz, Jesús Nazareno y Santo Entierro (ésta ya casi extinguida).
La cuarta carta se fecha en La Puebla el 7 de enero de 1788, anunciando la remisión de una copia del sermón predicado por fray Francisco Alvarado el día de las exequias, el cual se recoge íntegramente en el legajo. Quizás pueda ser uno de los pocos manuscritos, de su propio puño y letra, que se conserven de él. A ella también contestó el Duque, por otra fechada en Madrid el 17 de enero.
En las cartas se recogen las firmas de la Junta de gobierno de la Hermandad, gracias a las cuáles conocemos quiénes estaban al frente de la corporación religiosa en 1787: D. Juan José Asencio (Presbítero, Mayordomo), Bartolomé Gallegos (Diputado), Gabriel Pizarro (Celador), Pedro Gil (Diputado), Manuel de Yustas (Diputado), D. Antonio José Asencio (Secretario). En la carta de enero de 1788, hay un pequeño cambio, pues hay una par de novedades, al aparecer D. Francisco Benjumea como nuevo Mayordomo, y D. Juan José Asencio como Capellán.
Lo cierto es que si la Hermandad de la Corona de Espinas asumió el gasto tuvo que ser por algún motivo aún por descubrir. Pudo ver en la celebración de las exequias, una oportunidad para darse a conocer y cobrar cierto protagonismo. Además podemos lanzar algunas hipótesis de trabajo. Como corporación se fundó el 14 de mayo de 1731, en el altar del Cristo de las Aguas (iglesia parroquial). Por tanto podemos decir que al menos cronológicamente, Hermandad y Duque llevaron “vidas paralelas”, pues los primeros 50 años de vida de la corporación servita coincidió con el mandato de Pedro Zoilo como VIII Duque de Osuna (1733-1787).
Quizás en algún momento de este periodo recibió algún favor del Duque, posiblemente su mediación epistolar e influencia ante alguna autoridad civil y eclesiástica, en un momento, en el cual necesitaba consolidarse como corporación religiosa. Una idea que puede tener aún mayor viabilidad, si tenemos en cuenta que tan sólo unos años antes; la Sala Primera de Gobierno del Real y Supremo Consejo de Castilla, había aprobado sus primeras reglas, el 25 de junio de 1782. Otra posibilidad, quizás más remota es que recibiera algún obsequio o regalo procedente de su mecenazgo, que terminaría engrosando los bienes de la hermandad.
Encargó la predicación a fray Francisco de Alvarado, que como otros muchos predicadores desplegaría su pedagogía de la palabra loando al jefe de la Casa Ducal, como “padre” y “prohombre” que cuidaba del bienestar y felicidad de sus vasallos. El sermón lo comenzó diciendo: “Su memoria es inmortal, porque ella ha sido adepta a Dios, y gloriosa delante de los hombres” (“Inmortalis est memoria illius, quia apud Deum nota est, et apud homine”).
Un hombre piadoso, que había dedicado su vida a Religión y la Patria, cuyos mayores títulos habían sido los de "Duque limosnero, el Padre de los pobres, el bienhechor de los afligidos, el recurso de la viuda, del huérfano y desamparado". Hay que recordar que el Duque, en su testamento deseaba que se dijeran 6.000 misas por su alma.
Según Alvarado había logrado mantener en pie las iglesias y ermitas de villas y aldeas de su Estado de Osuna, y dotarlas de eclesiásticos que ejercieran su ministerio espiritual. Como curiosidad, cita que hubo un robo de unas lámparas de plata en la Iglesia de Nuestra Señora de las Virtudes (aunque no precisa el año), y que el propio Duque costeó su reposición, por otras de oro. En la segunda parte del sermón destacó los logros en el gobierno de sus estados, su mecenazgo sobre la Universidad de Osuna y el fomento en ellos de la agricultura y la “industria”. También resaltó su faceta militar al servicio real. Recordemos que llegó a ser Coronel y Director General de las Reales Guardias de Infantería Española.

3.- El Padre Alvarado.
Fray Francisco Alvarado (25.IV.1756 –31.VIII.1814), se formó en el Colegio de los jesuitas de su villa natal de Marchena, hasta la expulsión de éstos en el año 1766. Entonces tuvo que contactar con la comunidad dominica del convento de San Pedro Mártir, que seguramente lo encauzaron para que con 15 años ingresara en el convento dominico de San Pablo (Sevilla), donde adquirió una sólida formación escolástica y teológica. Lo dejó en el año 1778 para continuar su formación en el también Colegio dominico de Santo Tomás de Aquino (Sevilla), donde se superó el examen de Lector en el año 1780, pasando a impartir Teología en él.
Sabemos que en el año 1786 se desplazó al Arahal, para descansar y recuperarse de sus achaques y dolencias, y que no regresó al Colegio dominico hasta finales de 1787. Por tanto aprovechando ésta circunstancia, y la cercanía a La Puebla, es lo que llevaría a la Hermandad de la Corona de Espinas a solicitarle en julio de 1787, la predicación en las exequias del Duque.
Tras su vuelta a Sevilla, siguió como docente en los conventos dominicos, llegando a ser nombrado Subprior, Maestro de Teología (1805), Juez y Examinador Sinodal de Arzobispado de Sevilla y de Calificador del Santo Oficio de la Inquisición (1809). Además ejercería como predicador en la Cuaresma previa a la Semana Santa sevillana.
Alvarado realmente alcanzó fama y reconocimiento, con motivo de la Guerra de la Independencia. Cuando entran las tropas napoleónicas en Sevilla, a finales de enero de 1810, se exilia a Tavira (Algarve, Portugal). Desde allí desarrolla la mayor parte de su obra, que fue fundamentalmente de carácter epistolar, como sus Cartas Inéditas o sus Cartas Críticas del Filósofo Rancio, pseudónimo con las cuáles fueron llevadas a la imprenta, y que le acompañaría el resto de sus días, a pesar de no renegar de él. En ellas incluye citas cervantinas vinculadas sobre todo a Sancho Panza, así como cuentos, facecias, relatos jocosos, fábulas, dichos burlescos, hablillas y anécdotas de corte popular, que (…) maneja con asombrosa soltura”.
Su ideario fue de un marcado carácter absolutista y tradicionalista, beligerante con los ideales del jansenismo y de los diputados liberales de las Cortes de Cádiz (1810-1814), y sale en defensa de las Órdenes regulares frente a la crítica de los ilustrados. Para la historiografía  fue un hombre dotado de una cultura amplia y conocedor de la sociedad de la época (…) tomó la pluma para denunciar la existencia, tras la fachada patriótica y reformista de las Cortes extraordinarias, de una maniobra revolucionaria de amplio alcance, destinada a subvertir el orden tradicional en España”.

Imagen 1.- Oración fúnebre que en la Iglesia Parroquial (…). Archivo Histórico Nacional – Sección Nobleza (Toledo). “Fondo Osuna”. Caja 3433.
Imagen 2.- Firmas de la Junta de gobierno de la Hermandad de la Corona de Espinas. Carta fechada en La Puebla de Cazalla a 7 de enero de 1788.
Imagen 3.- Retrato de Fray Francisco Alvarado, más conocido como el "Filósofo Rancio". Fuente: Cartas Críticas, Tomo 1 (Madrid 1824).


4.- Fuentes.

4.1.- Archivística.

  • Archivo Histórico Nacional – Sección Nobleza (Toledo). “Fondo Osuna”. Caja 29. Documentos 12-14 y Caja 3433. Documentos 43 al 69.


4.2.- Bibliografía.

  • ATIENZA HERNÁNDEZ, Ignacio: "La construcción de lo real. Genealogía, Casa, Linaje y Ciudad: Una determinada relación de parentesco", en CASEY, James; HERNÁNDEZ FRANCO, Juan (editores): Familia, parentesco y linaje: Congreso Internacional Historia de la Familia. Nuevas perspectivas sobre la sociedad europea. Seminario Familia y Élite de Poder en el Reino de Murcia. Siglos XV-XIX, Murcia 1997, pp. 41-59.
  • CABELLO NÚÑEZ, José: “Las cofradías de La Puebla de Cazalla, sus primitivas reglas: siglos XVI-XIX”, La Puebla de Cazalla: Hermandad del Santísimo Cristo de la Veracruz y Mª Santísima del Mayor Dolor en su Soledad, 1999.
  • GAMBRA, Andrés: “La publicística antigaditana (1810-1814): el Filósofo Rancio”, en Anuario de Historia del Derecho Español, Tomo LXXXIV (2014), pp. 647-696.
  • GUTIÉRREZ NÚÑEZ, Francisco Javier: "Pedro Zoilo (VIII Duque de Osuna)", en VV. AA.: Diccionario Biográfico Español, Real Academia de la Historia, Tomo XLVII (Solé i Sabarís – Tolosa Latour), Madrid 2013, pp. 743-744.



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